Zona Arqueológica La Abeja. Foto: Alejandro Utrilla.
Por Emiliano López Esquinca
Después de permanecer oculta por más de siete décadas, un grupo de exploradores redescubre en Chiapas la zona arqueológica conocida como “La Abeja”. Este sitio arqueológico fue reportado por Charles Frey durante un recorrido en la Selva Lacandona, dos años antes del descubrimiento de Bonampak, pero no pudo oficializarlo debido a su trágica muerte en el río Lacanjá.
En marzo de 2021, Ernesto López, líder de la expedición, junto con Felicia Line y Carlos Herrera (documentalistas), Jorge Silva (fotógrafo de naturaleza), Alejandro Utrilla (guía de aventura), y Carlos Chankin, Alfonso Sánchez y Antonio Sánchez (guías locales), redescubrieron la zona arqueológica “La Abeja” después de una expedición de catorce días internados en la Selva Lacandona.
El grupo reportó que en las paredes son escasos los fragmentos de pintura mural que se conservan, mientras que la mayor parte de estuco permanece intacta. Giles Healey describió estas líneas negras como ant runs (caminos de hormigas). Al fondo del acceso, bajo un falso arco, el deterioro mayor: desprendimiento de rocas y estuco.
En una de las columnas del edificio aún puede leerse la leyenda “Discovered nov 23 1945 by Giles Healey Carlos Frey”. Foto: Ernesto López, 2021
Actualmente se encuentran en búsqueda de colaboración con las autoridades competentes para llevar a cabo la primera expedición con especialistas y formalizar su registro ante el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
En 1950, Giles Healey escribió en la revista «Archaeology» (1950) que esta zona arqueológica podía ser el edificio más alto de la Cultura Maya, con una pendiente aproximada de 60° y una elevación por alrededor de 230 pies sobre una ladera en lo alto de un cerro, frente al cauce del río Lacanjá.
Según las descripciones de Healey, en “La Abeja” se encontraba una pintura mural con la representación de una abeja melipona, similar a la del Códice Tro-cortesiano, lo que la posicionó en esa época como una de las zonas arqueológicas de mayor relevancia, solo equiparable a los murales mejor conservados de la Cultura Maya: los murales de Bonampak.
En búsqueda del mito: veinte años explorando la zona arqueológica La Abeja
Mapa: La Selva Lacandona y tierras colindantes (1953), de Frans Blom
En el año 2000, Ernesto López advirtió en el mapa “La Selva Lacandona y tierras colindantes” (1953), de Frans Blom, un grupo de zonas arqueológicas en los márgenes del río Lacanjá que no estaban registradas ante el INAH. Entre ellas, Blom marcó un yacimiento arqueológico con el nombre de “Informe Healey” (recordemos que Giles Healey es a quien se le atribuye el descubrimiento de los murales de Bonampak y de La Abeja), lo que llevó a Ernesto López a plantear la hipótesis de que “Informe Healey” podía ser en realidad la mítica zona arqueológica “La Abeja”. Esta idea lo llevó a organizar numerosas expediciones entre 2001 y 2006 en la zona indicada por el mapa de Frans Blom.
Para llegar a los puntos de búsqueda era necesario navegar 5 días en el Río Lacanjá. Foto: Jorge Silva.
En 2006, Ernesto recibió una copia del artículo “The Lacanja Valley” publicado en la revista “Archaeology” (1950) proveniente del archivo del Museo Británico, donde Giles Healey describe cómo llegó a La Abeja: “con el lacandón que me enseñó las ruinas de Miguel Ángel Fernández caminamos tres horas al norte. Al pie de una pendiente de un cerro que miraba hacia el río Lacanjá”. Esta descripción abrió una nueva interrogante: ¿dónde se encontraba el sitio Miguel Ángel Fernández desde donde Healey se había dirigido a La Abeja?.
No fue hasta 2007, durante una visita a la zona arqueológica de Indio Pedro, que Ernesto tomó una fotografía que, más tarde, comparó con la del artículo de Giles Healey, percatándose de que Miguel Ángel Fernández e Indio Pedro eran en realidad el mismo sitio arqueológico. Con la información del artículo se dedujo que La Abeja se encontraba cerca del sitio arqueológico conocido como “El burro”, en los márgenes del río Lacanjá, por lo que en el periodo del 2008 al 2018 se emprendieron nuevas búsquedas sin llegar a tener éxito.
Zona Arqueológica Miguel Ángel Fernández. Foto: Giles Healey, 1945
Zona Arqueológica Miguel Ángel Fernández. Foto: Ernesto López, 2007
En 2018, Ernesto López decidió recrear el recorrido descrito por Giles Healey pero en sentido inverso, partiendo desde el río Lacanjá hacia la zona arqueológica Miguel Ángel Fernández. Sin embargo, esta expedición se vio complicada por la extrema dificultad del terreno y la escasez de agua, lo que llevó a Ernesto a concluir que la descripción y las referencias de Giles Healey para llegar a La Abeja no eran confiables. Esta comprobación arrojó una nuevo proyecto: realizar por primera vez una expedición terrestre recreando la ruta exacta que Healey había realizado de sur a norte. Durante esta expedición, el guía local Alfonso llevó al equipo a visitar sitios arqueológicos cercanos a Miguel Ángel Fernández, uno de ellos resultó ser incidentalmente la mítica zona arqueológica de La Abeja.
Zona Arqueológica La Abeja. Foto: Giles Healey 1945
Zona Arqueológica La Abeja. Foto: Jorge Silva, 2021
A propósito del redescubrimiento de la zona arqueológica La Abeja y los 20 años dedicándose a su búsqueda, Ernesto López comentó lo siguiente:
Me di cuenta de dos cosas. La primera es que durante mis veinte años de búsqueda, he confirmado la falta de registros e investigaciones arqueológicas en el área de lo que hoy es la Selva Lacandona. Existen varios sitios que aún no están registrados por el INAH. Es lamentable el poco interés del gobierno en la preservación de nuestro patrimonio. Al llegar a estos sitios es triste ver que ya han sido saqueados.
La segunda es que uno de los factores clave para el descubrimiento o redescubrimiento de una zona arqueológica (¿Es apropiado hablar realmente de descubrimientos?) es la importancia de la participación de la gente local. Si analizamos detenidamente la manera en que se suele narrar la historia, nos percatamos rápidamente de que no se reconoce el papel fundamental que desempeñan en estas exploraciones y, por consiguiente, en la preservación de nuestro patrimonio. Por ejemplo, si preguntamos, ¿quién descubrió Yaxchilán? Se dirá que fue Alfred Maudslay, en 1892. ¿Quiénes descubrieron Bonampak? Se dirá que Giles Healey y Charles Frey en 1947. ¿Quién descubrió Calakmul? Se dirá que Cyrus Lundell en 1931. Y así podríamos mencionar numerosos sitios más donde siempre se recuerdan los nombres de exploradores extranjeros como los “descubridores”, sin reconocer el aporte de la gente local. Sin ellos, los “descubridores” no habrían podido llegar a estos sitios.
Última expedición: el redescubrimiento de La Abeja
La pareja de documentalistas Felicia Line y Carlos Herrera, con el sello de su propia empresa, Ecosistemas Consultoría, realiza actualmente un documental sobre este insólito descubrimiento. En él se proponen narrar la coyuntura por la que atraviesa la Selva Lacandona, su veloz destrucción, y la gestión con la que el grupo pretende rescatar el patrimonio arqueológico “expuesto a continuos saqueos ilegales”.
Por su parte, el fotógrafo de naturaleza Jorge Silva desarrolló el proyecto fotográfico “El Desierto de la Soledad”, nombre antiguo de la Selva Lacandona. Sus fotografías revelan lo exuberante de la Selva Lacandona, los vestigios arqueológicos, las comunidades indígenas y la urgencia de proteger este hábitat. Sobre este redescubrimiento, Jorge Silva señaló que “lo que hoy admiramos como el territorio recuperado por la naturaleza, junto a muros de piedra que configuran paisajes de gran belleza, oculta una advertencia trágica: nuestro consumismo descansa en el agotamiento vertiginoso de los recursos naturales”.